Ayer fui al cine a ver El lector y me pasé toda la película llorando. Pero no es de la nueva peli del alemán Stephan Daldry de lo que quiero contarles ni del libro de Bernhard Schlink que apenas rebasa las doscientas páginas y que Audomaro Hidalgo me regaló hace por lo menos tres años, con una especial recomendación. Tampoco les quiero repetir lo que he leído en tantas críticas y periódicos sobre el libro y la película, que es una nueva historia del Holocausto, que si en algunos países la consideraron porno soft o como me dijera Carmen Boullosa el mes pasado que cené con ella, Schlink sabía que escribía un best-seller, le puso todos los ingredientes: Segunda Guerra Mundial, historia de amor transgresora con un adolescente y un misterioso pasado nazi de la protagonista.
A mí El lector no me pareció ni una cosa ni la otra, y si toda novela se escribe desde una emoción, sería la cobardía la que definiría cada gesto de los personajes, dos almas solitarias que se encuentran, sin importar su edad se enamoran, pero no se atreven a vivir su romance y por no enfrentarse a su pasado el presente termina cercándolos hasta tener un futuro sin cabida para arrepentimientos. Así he vivido yo los últimos 40 años de mi vida, evadiendo el presente. Por cobardía no viajé cuando pude, no aprendí otros idiomas. Los meses que estuve en Toronto, Canadá estudiando inglés, lo que no entendía no lo preguntaba, prefería evadirme, pasarme las 4 horas de clase en la librería Índigo, viendo libros, tocándolos, tratando de comprenderlos. Ahora me doy cuenta que, como Hanna Schmitz, en este tiempo quien no habla inglés también, de cierto modo es analfabeta.
Por cobardía estuve 18 años en la misma oficina, haciendo un trabajo que no me gustaba, aunque sí me implicaba retos y un buen nivel de vida, por cobardía no buscaba más, rehuía mi destino. Estuve en la posición cómoda de no querer volver a empezar. Era gerente de ventas de una empacadora de alimentos. Viajé por el país vendiendo mermeladas y chiles al mayoreo, acumulé kilómetros en las líneas aéreas, novias en cada ciudad y amigos que sólo hablaban de autos, cuotas y clientes. De mujeres que seguían añorando.
Sin embargo la peor de mis cobardías ha sido en el amor. No decidí oportunamente lo que me convenía. Nunca llegó el momento justo para formalizar una pareja, cimentar una familia, hijos. Presa del miedo no he podido defender mis sentimientos y he dejado para mañana el día que vivía con intensidad. Prefería escribir poemas, verme a la distancia como un personaje de novela, al que de un plumazo le puede cambiar la vida. Ahora no quiero repetir nombres de esas mujeres que en la playa o en el coche, mientras conducía, me leían sus libros de cabecera, sus autores favoritos.
Hasta hace un par de años he podido recomponer un poco. Sintiendo que así me liberaba de culpas cogí mi agenda y hablé por teléfono con mis antiguos amores. Fue una semana intensa. Una por una, cada noche las invité a cenar y en el momento del postre les pedía que me contaran lo que habían padecido a mi lado. De verdad quieres que te diga lo que pienso de ti, las escuchaba a punto de enfurecer. Fue como destapar la caja de pandora, una cloaca inmunda de suposiciones y malos entendidos. Escuché cosas monstruosas que podría asegurar jamás haber vivido.
Por eso quizá la película El lector cumplió su cometido y me confrontó. Eso debe ser el arte, un reflejo de nuestras fantasías y frustraciones, también de la vida misma. Recordé la noche en que terminé de leer el libro, el cual dilaté para no acabarlo pronto y cuando llegué al final, sentado en un autobús que no merecía la pena ser testigo del acontecimiento, aguardé hasta llegar a mi casa y terminarlo en mi estudio con música de Chopin y una copa de vino. Reflexioné acerca de cómo viven el amor los alemanes y los latinos, mientras que en El amor en los tiempos del cólera Florentino Ariza espera 50 años por el amor de Fermina Daza en El lector Michael Berg después de 18 años no sabe qué hacer con lo que siente por Hanna Schmitz. Releí los fragmentos que me habían conmovido, me terminé la botella de vino y me quedé dormido con el libro en el regazo, sintiéndome por primera vez el protagonista de mi propia película.
A mí El lector no me pareció ni una cosa ni la otra, y si toda novela se escribe desde una emoción, sería la cobardía la que definiría cada gesto de los personajes, dos almas solitarias que se encuentran, sin importar su edad se enamoran, pero no se atreven a vivir su romance y por no enfrentarse a su pasado el presente termina cercándolos hasta tener un futuro sin cabida para arrepentimientos. Así he vivido yo los últimos 40 años de mi vida, evadiendo el presente. Por cobardía no viajé cuando pude, no aprendí otros idiomas. Los meses que estuve en Toronto, Canadá estudiando inglés, lo que no entendía no lo preguntaba, prefería evadirme, pasarme las 4 horas de clase en la librería Índigo, viendo libros, tocándolos, tratando de comprenderlos. Ahora me doy cuenta que, como Hanna Schmitz, en este tiempo quien no habla inglés también, de cierto modo es analfabeta.
Por cobardía estuve 18 años en la misma oficina, haciendo un trabajo que no me gustaba, aunque sí me implicaba retos y un buen nivel de vida, por cobardía no buscaba más, rehuía mi destino. Estuve en la posición cómoda de no querer volver a empezar. Era gerente de ventas de una empacadora de alimentos. Viajé por el país vendiendo mermeladas y chiles al mayoreo, acumulé kilómetros en las líneas aéreas, novias en cada ciudad y amigos que sólo hablaban de autos, cuotas y clientes. De mujeres que seguían añorando.
Sin embargo la peor de mis cobardías ha sido en el amor. No decidí oportunamente lo que me convenía. Nunca llegó el momento justo para formalizar una pareja, cimentar una familia, hijos. Presa del miedo no he podido defender mis sentimientos y he dejado para mañana el día que vivía con intensidad. Prefería escribir poemas, verme a la distancia como un personaje de novela, al que de un plumazo le puede cambiar la vida. Ahora no quiero repetir nombres de esas mujeres que en la playa o en el coche, mientras conducía, me leían sus libros de cabecera, sus autores favoritos.
Hasta hace un par de años he podido recomponer un poco. Sintiendo que así me liberaba de culpas cogí mi agenda y hablé por teléfono con mis antiguos amores. Fue una semana intensa. Una por una, cada noche las invité a cenar y en el momento del postre les pedía que me contaran lo que habían padecido a mi lado. De verdad quieres que te diga lo que pienso de ti, las escuchaba a punto de enfurecer. Fue como destapar la caja de pandora, una cloaca inmunda de suposiciones y malos entendidos. Escuché cosas monstruosas que podría asegurar jamás haber vivido.
Por eso quizá la película El lector cumplió su cometido y me confrontó. Eso debe ser el arte, un reflejo de nuestras fantasías y frustraciones, también de la vida misma. Recordé la noche en que terminé de leer el libro, el cual dilaté para no acabarlo pronto y cuando llegué al final, sentado en un autobús que no merecía la pena ser testigo del acontecimiento, aguardé hasta llegar a mi casa y terminarlo en mi estudio con música de Chopin y una copa de vino. Reflexioné acerca de cómo viven el amor los alemanes y los latinos, mientras que en El amor en los tiempos del cólera Florentino Ariza espera 50 años por el amor de Fermina Daza en El lector Michael Berg después de 18 años no sabe qué hacer con lo que siente por Hanna Schmitz. Releí los fragmentos que me habían conmovido, me terminé la botella de vino y me quedé dormido con el libro en el regazo, sintiéndome por primera vez el protagonista de mi propia película.
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Rodolfo Naró, poeta y narrador mexicano, su libro reciente es El orden infinito, finalista del Premio Planeta de Novela 2006. wwww.rodolfonaro.com
Imagen: The window blue. Todo cine. / Trailer de la película / En La Butaca / La novela El Lector en wikipedia
Imagen: The window blue. Todo cine. / Trailer de la película / En La Butaca / La novela El Lector en wikipedia
15 comentarios:
Zaz!!! Muy buen artículo. Muchas veces así también me he sentido y recurro a la poesía, sobre todo. A la música también, pero dólida! jajaja Y no debe ser así. pero aquí andamos felices!
Buen fin!
Hola Ileana:
Es lo mejor que se puede hacer, leer o escribir poesía, yo soy un sobreviviente gracias a la poesía.
Besos
Naró
HOLA. DESPUES DE LEER TU ARTÍCULO "EL LECTOR" ME SIENTO IDENTIFICADA CONTIGO, AUNQUE EN CIERTA FORMA TE ENVIDIO. AL IGUAL QUE TU TAMBIEN SIENTO QUE EN CIERTA FORMA TAMBIEN HE MALGASTADO MI VIDA EN UNA OFICINA, TRABAJO QUE SIEMPRE ME PROPORCIONO UNA ESTABILIDAD ECONOMICA PERO QUE SINCERAMENTE NO ME APORTÓ NADA EN ABSOLUTO.
AHORA, ME HE DECIDIDO A APOSTAR POR MI MISMA, Y AUNQUE CREO QUE ESTOY EN EL CAMINO CORRECTO, UNA SENSACIÓN RARA ME INVADE. QUIERO SER ESCRITORA. QUIERO QUE MI VIDA SEA LA LITERATURA EN FORMA DE NOVELA PERO LA APATIA DE LOS MUROS QUE FORMAN LAS EDITORIALES ME DESQUICIA. TU ERES ESCRITOR Y NO SOLO ESO, SINO QUE LA GENTE TE LEE, ALGO QUE NUNCA HAY QUE DEJAR EN SEGUNDO PLANO PUESTO QUE DE NADA SIRVE LLENAR PAGINAS EN BLANCO CON LAS MEJORES HISTORIAS JAMAS FABULADAS Y QUE NINGUÍN OJO CURIOSO LES PRENDA VIDA...
¿PUEDES DARME ALGUN CONSEJO? ¿PUEDES LANZARME UN CABLE PARA AYUDARME A VER UN POCO DE LUZ?
GRACIAS AL MENOS POR ESCUCHAR MI VOZ SILENCIOSA.
MARISA ABAD
marisa_abad@hotmail.com
Hola Marisa,
Gracias a tu por escribirme. El camino del escritor, la carrera o profesión del escritor es tan dura como cualquier otra a la que debes dedicarle tiempo de lectura,de escritura, de observación, de análisis a absolutamente todo y todos los que te rodean, así uno va construyendo sus historia, dialogando con personajes, conociéndolos. Es igual de difícil en el sentido de, si trabajas en una empresa y quieres ser jefe de tu departamento, gerente de área, o director general, tienes que hacer "carrera" dentro de ese lugar para ascender y hacerte de un equipo de gente, sortear las patadas debajo de la mesa, la grilla que existe en todos lados. El mundo editorial es lo mismo, sólo que a este "mundo" por lo general llegas más grande, ese es un error que comenten los padres, que nos educan para que seamos ingenieros, médicos o mecánicos pero no para vivr de la cultura, porque se cree que de eso no se puede vivir y como para ellos el éxito es poseer, tener casa en la ciudad, casa de campo, tres autos y demás, cuando por fin te decides a ser lo que realmente quieres, ya se te fueron 10 o 15 años en otra ocupación.
Te felicito si te haz decidido a enfrentar tu destino.
Saludos,
Naró
¡Este en especial me gustó mucho!
Vi la película hace poco también y he querido conseguir el libro. Es curioso que, como dices al final, mi interpretación de la historia fue algo diferente.
Con la película yo pensé en el perdón, lo difícil e inútil que es otorgarlo pero lo necesario que parece ser para seguir adelante. Perdonar o ser perdonado no cambia nada. Sin embargo, podemos divagar una vida buscando absolución por lo que hemos hecho.
Tal vez no sea tan diferente.
Hola B.to:
Al leer el libro y luego ver la peli -que las dos están igual de buenos- me remitió a la cobardía pues ella nunca asume, ante los demás, sus jefes en el trabajo la deficiencia que tiene, que no la quiero escribir para no delatar nada. También él en el juicio se acobarda y no revela ese secreto y más tarde en al no escribirle, ni llevaárse a vivir con él luego que ella es liberada. De cierto modo así es como él la castiga por haberlo abandonado cuando era jóven. En fin hay mucho de dónde comentar.
Saludos,
Rodolfo Naró
Querido Rodolfo.
No solo eres lector,
también has sido libro..
Tú me confrontaste.
Por ti vi y me vi.
Uuyy que si dolió.
Saludos.
L.
Querida Leticia:
Espero que todo haya sido pasajero, como el amor y el deseo que a veces nos parecen eternos.
Saludos
Naró
Hola Rodolfo. Es triste darme cuenta como en certas épocas por falta de valor dejé ir de mi lado al amor. Por miedo a exponerme, a ser vulnerable. Hoy, evito caer en lo mismo, pero igual, se ha ido...
Me daré a la tarea de buscar el libro.
¡Vaya sueño el poder confrontarse con los ex y, libre de cualquier miedo, enumerar cada desaveniencia! Como ajustar cuentas con la vida. Poder hacer el balance para entrar totalmente limpio y renovado a una nueva relación, ésta sí la definitiva. Pocos son los hombres con la valentía suficiente para echar un vistazo al pasado. Hombres de ficción... como tu personaje.
Hola Ix.
Gracis por leerme y en especial por tu comentarios. Ahora no sé si fue valor lo que me impulsó, quizá ganas de recuerar un poco el imposible pasado.
Saludos,
Naró
wow, que apertura de alma y pensamiento, y qué dificil confrontarlo
Difícil confrontarlo, sí, pero gratificante. Naró
Es real lo que escribes? Es dificil encontrar un hombre que deletree sus emociones, y esto es un acto de honestidad brutal y me agrada,
besos
Hola Angélica,
Todo fue verdads. Escribo para compartirme. Escribo desde mi otro yo que se me revela.
Besos,
Rodolfo
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