Los neo-románticos usan Converse. Pantalón de mezclilla prearrugados que arrastra y camiseta sin consignas sociales. Los más jóvenes se fajan el pantalón a media nalga, dejando ver un estampado calzón como símbolo de desparpajo, sin embargo todo está medido y calculado. Aunque parezca que están recién levantados o presuman que no se bañan desde hace tres días, es sólo pose. Han dejado de usar el saco para las grandes ocasiones, desterraron para siempre las corbatas y no tiene ropa reservada para el domingo, así como van a la universidad también lo hacen para la fiesta del sábado por la noche. Las mujeres odian la silicona. Dejaron de usar vestidos y la minifalda, a pesar de sus michelines adoran los pantalones a la cadera y enseñar el tanga de hilo dental al sentarse es parte de su coquetería. Como odian los zapatos de tacón y las medias, también llevan Converse, tiene un par de tennis para cada ocasión. La igualdad de sexos las hace besarse con chicos y chicas, es como un pacto de hermandad con su mejor amiga, sin haber en ello nada de desviación, es un free, una constante búsqueda espiritual.
Los neo-románticos son hijos de los yuppies y odian a los metrosexuales. Pero contrario a sus padres desprecian el dinero, la política y las relaciones de ellos para allanarse el camino. Quieren conseguirlo todo con sus propios méritos, pero no les gusta caminar, en México jamás usan el metro, el transporte público o el camión para ir a Acapulco, sin embargo a Europa se van de mochila con mil euros en el bolsillo, buscan albergues baratos y el transporte colectivo. Llevan una tarjeta de crédito de papá por cualquier eventualidad. A los 25 años de edad ya hablan tres idiomas, aunque no puedan escribir bien español. En su imaginario creen que todo mundo nace bilingüe. Aunque la mayoría no nació con la computación, han aprendido rápido el cyberlenguaje. A pesar de tener siempre el celular a la mano, no lo usan como teléfono sino como otro medio más para navegar. Tienen maestría y doctorado antes de los 30, cultura Animal Planet y recuerdos como videos de youtube. Ya no usan lentes de contacto, sino de gruesa pasta de colores vivos. Leen libros manga, novelas gráficas y adoran las películas de Tim Burton y Zack Snyder.
Para ellos la música de ayer es la de hoy. Escuchan versiones remasterizadas de Depeche Mode, Queen, y Rolling Stone. Bailan a brincos. Van a conciertos de Raphael y Chavela Vargas. Creen que inventaron el yoga y los extremistas se afilian a PETA o Greenpeace. Por lo general no mezclan bebidas, lo de ellos es la espiritualidad, así que beben mucha agua, porque la tacha les reseca la boca. Constantemente están viajando y todo les parece que está a la vuelta de la esquina. Se mimetizan con el paisaje y dan igual importancia a las ciencias exactas que a las artes. Sienten pasión por el cine. Lo de ellos no es la actuación, pues andan sin caretas por la vida. En su fuero interno palpita el sueño de dirigir. Ser director de su propia película. Hace unos años conocí a Juan Luis. Él en ese entonces tenía 22 años. Es hijo de un tiburón financiero, que no sólo manda a hacer sus trajes y camisas, a las que les borda su nombre, sino que calza zapatos a su justa medida. A Juan Luis le gustó la poesía. Prefiere leer a Byron en su idioma original, escribir, editar libros y revistas, producir publicidad, imaginar nuevas campañas ecológicas y jugar Xbox solo en su casa, con amigos que pueden estar a miles de kilómetros de distancia, en cualquier ciudad del mundo.
La única constante que no ha variado es la búsqueda del amor, el miedo a la soledad. Pues a pesar de ser una generación cada vez más individual encuentran compañía en el chat, Facebook o en match.com. Son otros códigos igual de efectivos y comprometedores. A ellos, la Generación Cero, como les han denominado los antropólogos, por encontrarse con cero posibilidades de empleo, cero perspectivas y cero independencia económica, son el triunfo y la derrota de sus padres workahólicos, que pusieron de moda el golf, de nuevo el martini y Lacoste. Ellos los neo-románticos que repudian la guerra y beben infusiones, Chai Latte o mokaccino, desde un sillón de Starbucks, enchufados a su ipod, ven pasar el día y no hacen más que esperar.
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Rodolfo Naró, poeta y narrador mexicano, su libro reciente es El orden infinito, finalista del Premio Planeta de Novela 2006. wwww.rodolfonaro.com
Imagen en contexto original
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5 comentarios:
Creo que conozco a varios de esos… (No sabía que si se les llamaba)
En especial conocí uno muy parecido a ello, era raro y nefasto ya que consideraba “tener poderes” y controlar el aire, el sol, las nubes y tener algo de poder sobre los de “espíritu débil”, además de que “peleaba” con “demonios” y seres “extra normales” que lograba vencer con un mínimo esfuerzo. Intento quitarse la vida ya que nadie lo comprendía y salía a vagar por las calles buscando algo que sabia nunca iva a encontrar, decía que su mama no lo quería por ser como era y que había durado 10 meses en el vientre de ella. Aunque pensándolo bien quizá era algo mas “raro” que un “neo-romántico”. Después del bachillerato no volví a saber de él “gracias a dios”.
Buena columna…
Hola Montserrat:
realmente creo que tu amigo no es neo-reomántico, sino medio loco y fantasioso, lo bueno es que ya qudó en el pasado.
Saludos,
Naró
jajaja
que buena broma
has posteado,
como llamarle neo romantico a seres que no tienen relacion alguna con el romanticismo
jaja
No tienes la menor idea de lo que escribes
Está columna si que está chueca. No tienes idea alguna de lo que el neo romanticismo significa. Me pareces que más bien describes a un hipster... Dedicate a otra cosa.
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