Para escribir un poema o cualquier historia necesito comenzar por el principio, tener el título. Todas mis novelas, las que tengo escritas y las que voy a escribir, ya sé cómo comienzan y en qué terminarán. Sé la precisión exacta de las palabras. Así me pasó con Cállate niña que, inicialmente se llamaba Un dardo en la voz. Para escuchar el ímpetu de esta mujer era preciso encontrar una narración puntual, directa, llana. Desterré totalmente el punto y coma, utilicé frases cortas, mucho punto y seguido, como hiciera Marguerite Duras en El amante. Quería que cada palabra fuera como un dardo que hiriera los ojos del lector.
Dos años tuvo la novela ese título, un tanto poético y a pesar de todo, blando. Hasta que conversando con Beto Gómez a quien nunca le convenció que la llamara así, me dijo que eran tan molestas y verídicas las cosas que ella decía que alguien tendría que callarle la boca, a lo que Nadir contestó, las mujeres históricamente hemos sido calladas, por eso actuamos desde las sombras. Ahí estaba el título que remplazaría a Un dardo en la voz. Dos palabras que se revelaban ante siglos de silencio: Cállate niña, y sin embargo, habla.
1 comentario:
¡Sorprendeme! Esto que iniciaste, es toda una tarea mental, un reto que te has impuesto, en verdad que no te envidio, porque mantener vivo el interés de quienes gustamos de tu capacidad e ingenio de escribir es un gran reto.
Para ser sincera deseaba que tu novela tocara ese tema. El silencio en el que mantuvo por siglos sellados los labios de muchas mujeres, no solo impuesto por los hombres, sino por las mismas mujeres. Si querias ser bien aceptada por la sociedad, si querías tener un "buen matrimonio" las madres se encargaban de mantener calladas a las niñas.
No te deseo suerte en esta empresa que comenzaste, la suerte es para los mediocres. Y tú desde tu inicio has cosechado éxitos. Muchos éxitos Rodolfo y ¡sorprendeme!
Besos Andrasta
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