Montserrat siempre me ha dicho que tengo corazón de mujer. Que me enamoro y sufro el desamor como lo viven las mujeres. Ella sabe de lo que habla porque ha pasado a mi lado mis historias con Marisa, Edith y Bettina. Ha sido mi consejera y escuchadora por largas, larguísimas horas. Intentando descubrir cómo aman las mujeres, con el fin de entender qué hacer con lo que padezco cada cierto tiempo comencé a escribir Cállate niña con voz de mujer.
En mi nueva novela exploro como viven, sienten, sufren y gozan el amor y su pérdida, las mujeres. Como lo viven en la piel, como lo sienten en el cuerpo, como lo sufren en la mente, como lo gozan en el sexo, como les lastima el corazón. Era un reto complicado, muy complicado. Comencé por leer libros escritos por mujeres, Las edades de Lulú de Almudena Grandes, Shangai baby de Wei Hui, El amante de Marguerite Duras, El acontecimiento de Annie Ernaux, Yo, puta de Isabel Pizano, Mi vida es mía de Joan Bonet y Anna Caballé, El informe Hite de Shere Hite y muchos más. Tenía que encontrar el tono, dar con esa voz de mujer palpitante en mi lado femenino para escribir con tensión desde el abismo, desde la ruptura amorosa, desde la pérdida.
Si en El orden infinito el reto había sido crear un universo, contar cien años de historia de México, entrelazar realidad y ficción, en Cállate niña la complejidad era distinta, tenía que escribir una historia intimista, hacer que mis lectoras lloraran con mis personajes. Con las lecturas que iba acumulando, me encontré por fin con mi propio diario, tantas cartas que he escrito después de que me han dejado. En ellas encontré la clave de mis propias carencias y comencé a escribir.
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