Cada año me
repito, como la primavera, le dije a Odette Alonso cuando mencionó en Facebook
que hace un año estuvimos leyendo mis poemas en la Casa del Poeta Ramón López
Velarde. Aquella vez, ella estuvo conmigo, además de Nadir Chacín y Edgar
Krauss, amigos cercanos a quienes invité a mi mesa, cumplía 25 años de escribir
poesía, quise celebrarlo con ellos y con quienes me pudieron acompañar. Esa noche leímos una retrospectiva
de casi todos mis libros, lectura que titulé con la frase que alguna vez me
dijo Omar Velázquez: Un instante después.
Desayunábamos
en su casa de Portland, un mes antes de que él y Verónica, su esposa se fueran
a vivir a China. Omar siempre ha sido un aventurero con certeza, y aquella
mañana de verano, con una lluvia que enfriaba las ventanas me dijo: te das
cuenta que tú siempre piensas un instante después. De momento no supe si
ignorarlo o enojarme, porque en el fondo, con esas palabras, me describía de
cuerpo entero. Durante años, esa frase rondó en mi cabeza, tanto que escribí
este poema que luego integré en El
antiguo olvido. “Tarde he llegado a todas las citas / y he
faltado a mi palabra sin decoro. / He mentido. No he sido digno de este sol /
que me despereza. / Hundí todas las dagas que tuve a mi alcance. / Guardé
silencio cuando debí afrontar. / Escondí nombres. / Culpé a otros. Traicioné”.
Ahora entiendo que el oficio es lo que nos
constituye. Meditar las decisiones más
de dos veces es como hacer varios borradores
de mi poesía y mi narrativa antes de publicarlos. El escritor construye y
reescribe en la memoria antes de pasar al papel. Las historias y los versos
bullen en mi cabeza, pulsan en mi sangre y en mi corazón. Me imagino mi vida futura tantas veces que me cuesta decidirme por mi verdadera realidad. Pero como ya no
quiero seguir llegando tan tarde a las citas con mi destino, opté por volver a hacer la lectura de poesía este año, en el mismo lugar donde he dado a conocer
la mayoría de mis libros y que Hernán Bravo Varela coordina tan bien. Desde que
llegué a vivir a la Ciudad de México en 1992, descubrí la Casa del Poeta.
Recorrí sus salones y me pasaba las horas en la librería que tenía en la planta
baja. Compraba algunos libros y me sentaba en una de las bancas de hierro de
Álvaro Obregón a leerlos. Cada tanto atisbar a la casona y suspiraba.
Casi veinte inviernos han pasado desde
entonces y luego de mis dos novelas, no he querido desatender a la poesía,
leerla en voz alta como me enseñó Elías Nandino, compartirla con mis amigos y lectores,
dejar que la palabra vaya de boca en boca hasta hacerla de quien la repite. La
cita es el martes 6 de noviembre, a las 19 horas en la Casa del Poeta, Álvaro
Obregón 73, colonia Roma. En esta ocasión me acompañan Gilma Luque, quien fue
mi editora de Cállate niña en Ediciones B, Juan Pablo
Vasconcelos, poeta oaxaqueño y Fernando Galindo, narrador y amigo de tantos
libros por venir. Aunque la fecha de la lectura se repite en otoño, yo he
querido hacerla en este mes y no en primavera, pues tengo la vaga idea de que
escribí mi primer poema el 20 de noviembre de 1982, cuando tenía 15 años de
edad. Espero que nos acompañen y brindemos juntos en el bar Las Hormigas de la
Casa del Poeta, sino, hasta el próximo año.
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Foto: de izquierda a
derecha, Edgar Krauss, Odette Alonso, Rodolfo Naró y Nadir Chacín.
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Rodolfo Naró, Tequila, Jalisco, 1967. Poeta y
narrador. Cállate niña es su nueva
novela y Ediciones B su nueva casa Editorial |
www.rodolfonaro.com
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