Qué
tipo tan raro, me dije después de que hablé con él. Fue en la FIL de
Guadalajara de 2005, Jaume Vallcorba era el enésimo editor a quien le presenté
mi novela El orden infinito. Me citó
en el área de profesionales de la FIL, yo, muy precavido llevaba la novela
impresa y en CD. Me pareció un tipo amable, fino, de fácil conversación. Mientras yo
hablaba él leía algunas páginas del engargolado de casi 500 cuartillas que era
el enésimo borrador de aquella novela, y como buen editor, no se aguantó las
ganas y puso un acento aquí, una coma allá. Seguía mis palabras con la vista
puesta en el papel. Yo quería que mi primera novela engrosara el catálogo de
Acantilado, sus libros siempre me han parecido bellísimos. En ese momento sabía
poco de ese editor, sólo, que era un tanto excéntrico y que adoraba la
literatura. Hace unos días se murió y nunca supe qué le había parecido mi
novela. Al final de nuestra única conversación me dijo que se la enviara por
mensajería a Barcelona, no quiso llevarse el original que había corregido,
supuse que era porque ya llevaría mucho peso, por lo que le ofrecí el CD, pero
tampoco lo quiso y puntual me repitió que le mandara el original impreso por
mensajería a su oficina de Barcelona. Qué tipo, me dije yo al dejar la mesa y
me lo repetí dos días después cuando estaba pagando el paquete a España.
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