jueves, 16 de octubre de 2008

Fronteras de silencio




La peor de mis fronteras es quizá la del idioma. A lo largo de mi vida he tomado clases particulares de inglés, cursos intensivos, he estado estudiándolo en Toronto, Canadá, por varios meses y al final termino por olvidarlo. Dice Montserrat que no aprendo rápido porque cuando niño nunca escuché hablar inglés. Sé que eso es difícil de creer pero así es. En Tequila no había escuelas bilingües, sólo llegaban dos canales de televisión y en el cine, al que nunca faltaba el sábado y a la matinée del domingo, pasaban películas mexicanas, todas las del Santo y las de los hermanos Almada. Ahora después de tantos intentos por lo menos entiendo algo, el contexto de una conversación, si tengo que reírme o poner cara de reclamo o asombro.

Hace unos años que estuve en Tijuana para unas lecturas de poesía, caminando por las calles de la ciudad, al hablar con la gente o al interrogar a la chica que aseaba mi habitación en el hotel, descubrí el viaje sin retorno en el que viven. La frontera de cristal que habitan sin poder ir más allá. Hombres que llegaron para pasar al otro lado en busca del sueño americano y no reunieron lo suficiente para pagar al pollero que los pasaría corriendo por el desierto o a bordo de un camión cerrado como mercancía humana. Mujeres que se quedaron a la espera y mientras se consiguieron un trabajo para juntar unos dólares. Cuando se dieron cuenta ya tenían esposo, tres o cuatro hijos y seguían sin el dinero suficiente para emigrar o regresarse a su ciudad de origen.

Eran personas que miraban hacia los Estados Unidos con ambición y coraje. Bendiciendo el cobijo de Tijuana y al mismo tiempo la menospreciaban porque seguían de paso, sin darse cuenta que hay miles de fronteras a las que siempre nos tenemos que enfrentar día a día. Al cerrar la ventanilla del auto mientras conduzco dejo el miedo afuera. Me siento a salvo, del peligro, de la miseria de la calle, el calor y la lluvia. Todas las mañanas que voy a correr al parque veo a mis vecinos de ruta con sus ipods en las orejas, los siento tan libres, tan ajenos a su alrededor que parece como si viajaran solos en el mundo, el que compartimos con aquellos que decidieron cubrirse de piercing o tatuajes para esconderse. El colmo de las fronteras me pasó con Luda, la chica rusa que me visitaba los fines de semana después de trabajar de lunes a viernes en un table dance de la Zona Rosa. Le gustaba pasearse desnuda por mi casa, andar sin nada que pudiera impedirme habitarla, pero siempre con lentes oscuros, de ojos de mosca, que le cubrían medio rostro. ¿Cómo un artículo tan pequeño y vulnerable la hacía sentir tan segura? Sin darse cuenta que su piel era la mayor de sus fronteras que yo infringía al penetrarla. El amor es la mayor violación de límites. A veces veo a la gente caminando por la calle de cualquier edad o condición portando grandes gafas que les da certeza, personalidad, que los hace sentirse seguros y aislados. Si el otro no ve hacia donde tengo la vista no podrá adivinar mis pensamientos, ni podrá cruzar hacia mi mundo interior.

Pero quizá las más dramáticas de nuestras fronteras sean las ilusiones que terminan construyendo seguridades falsas. No saber afrontar lo que sentimos frente al otro, no pedir perdón y quedarnos encerrados en nuestros laberintos interiores, celdas que aprisionan sin dejarnos salir de la melancolía, privándonos del deseo y la aventura de la vida. Cárceles de miedos y prejuicios que hacemos para contenernos, como los animales de cautiverio que mueren en libertad. Yo he dejado morir tantas ilusiones porque la frontera del mañana me ha impedido vivir el presente que, ha dejado de transcurrir porque no pude rebasar los límites del pasado y me quedé a la mitad, frente a un muro de cal que me borró hasta las huellas de las manos para no reconocerme y hacerme sentir ajeno en mi propia casa, en mi propio idioma. La peor de mis fronteras, definitivamente, ha sido el silencio, no haber dicho a tiempo te amo, te necesito.
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Rodolfo Naró, poeta y narrador mexicano, su libro reciente es El orden infinito, finalista del Premio Planeta de Novela 2006. wwww.rodolfonaro.com
Fotografía en contexto original

4 comentarios:

A. dijo...

tus columnas son muy padres, Rodolfo. Me identifico muchas veces con ellas, pero también con la forma como están escritas. Tiránicamente, siento que las escribo.

Anónimo dijo...

Hola Rodolfo

Te quiero felicitar la forma en que tratas la problematica de la falta de empleo y buscando el sueño americano con el sencillo tema de la barrera del idioma! y efectivamente no nadamas buscando el sueño americano es la barrera sino simplemente aqui y en muchas partes sino tienes conocimientos de inglés eres un nadie para las empresas. Muchos saludos y abrazos Atte.La ex-chica de aduana Michelle

Anónimo dijo...

Rodolfo: me agrada leer tu material, realmente es placentera y rítmica tu narrativa. Felicidades !!!!! ...desde Querétaro.
p.d.Nos debes una visita a la librería, como poeta.

Beto PAZ dijo...

Frontera: Del frances antiguo fronter (moderno: frontière), viene de la palabra frente.

Querido Rodo:

Mi obsesion (entre tantas otras) a las palabras ha impedido que sean los idiomas una frontera. Infancias disintas la tuya y la mia (aunque similares en otros aspectos) me llevaron a cruzar esta frontera. Al tener 3 años y llegar a Acapulco descubri con pavor que si no hablaba lo que los otros niños "gringos" hablaban seguria solo durante los periodos vacacionales que en los 70's eran muchos mas largos que los actuales.

REINBOU (escrito rainbow) fue una de las primeras palabras que me viene a la mente. Atardecia en Acapulco y empezo a llover cuando los demas niños apuntan al cielo diciendo REINBOU, REINBOU... volteo al cielo y lo veo. Asombro.

Ahora veo el Arcoiris y pienso en: rainbow, arcoballeno, Regenbogen; ?como se dira en Frances?

Pero tengo fronteras personales que quisiera fueran tan faciles de cruzar como las de los idiomas: mi Intorelancia a distintas y variados temas ademas soy sociopata, perfeccionista en unas cosas y valemadrista en otras.

Acostumbraba criticar a la gente que no podia aprender un idioma pero a veces mas que aprender un idioma tenemos que aprender a decir lo que sentimos y queremos en el propio. Y como bien terminas tu texto una de las mayores fronteras es el silencio.

El no hablar con una amiga para preguntar: que paso? porque nos peleamos? y te extraño; deberian de ser asignaturas en la primaria que enseñen los maestros o nuestros papas antes que aprender a decir RAINBOW.

Ti voglio bene

B

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