viernes, 30 de enero de 2009

Teresa y los libros



Yo estaba atrás de la barra sirviendo los tragos. Ella llegó caminando de la mano de su novio. Festejábamos el cumpleaños de Paula. Era el último día de enero. En la fiesta había escritores, peluqueros, actores, sociólogos, personas de por lo menos cinco nacionalidades. Teresa vestía una falda corta, muy corta para ser invierno, y un suéter de punto color marrón. Traía el cabello cortado al rape y un sombrero que la hacía más alta y delgada, al quitárselo, su nariz fue lo primero que me llamó la atención. "Ninguna nariz como la tuya. / Mitad de tu rostro. / Perfil de iguana. / Abolengo de estatua. / Alta como alas. / Recuerdo de la madre España. / Puente de porcelana. / Pretexto para el aire. / Tercos mis ojos a tu cara".

Desde esa noche no nos separamos las siguientes semanas. Aprendí a leer su piel. ¿En qué momento uno se enamora? yo apenas tenía publicado Los días inútiles, mi primer libro de poesía y ella, siendo editora, leería las pruebas de Amor convenido, que saldría meses más adelante. Sin quererlo significó un destino para mis letras, un antes y un después. El corazón es un suburbio adonde nunca llega la ley, una villa indomable de pasión y claroscuros. Sólo tres meses estuvimos juntos, suficiente para escribirle Árbol de la vida, mi tercer poemario, el que comienza con la dedicatoria: "Tiempo se escribe / con t de tuyo, / con t de Teresa". Como todas las rupturas, la nuestra la viví con la intensidad de un moribundo que apenas se ha enterado que no morirá. Escribí infinidad de cartas, de versos y un año más tarde puse en sus manos Del rojo al púrpura.

La edición de mi nuevo libro lo festejamos en el bar Milán con Arturo, Paula, Juan Pablo Vasconcelos, Cynthia Bouchot, Galo Valdéz y otros amigos que entraron y salieron de mis abrazos. La noche terminó tan mal que después de esa madrugada no he sabido más de ella, y en diez años sólo cuatro veces hemos tenido fugaces coincidencias: en un cóctel de Bellas Artes, en la cantina Centenario de la Condesa, en la presentación de un libro que tradujo del italiano y afuera del Merendero Las Lupitas en Coyoacán. Así es la poesía, busca imponerse a pesar de la distancia. Después de Árbol de la vida que considero mi mejor poema, en el que describo a una pareja en constante búsqueda, cuando por fin se encuentran son tan parecidos que prefieren huir, no volver, negarse, matar o morir. Después vinieron otros poemas y en la última semana de diciembre de 1999 comencé a escribir mi segunda novela, Cállate niña, siendo Ella, de algún modo, inspiración para la protagonista.

El escritor no escoge a sus personajes, son ellos quienes lo llevan a uno a descubrirlos, a darles vida y se enamora más de esas ilusiones que de la realidad. Poco a poco va creando sus pequeños monstruos. Sólo tres capítulos escribí en esa jornada sin tregua, dejando a un lado El orden infinito. Pero todo estaba aún tan reciente, su tacto palpitaba en mi piel como un colibrí atrapado en mi pecho, que regresé a mi trabajo anterior y fue hasta el verano del 2006 cuando retomé la escritura de Cállate niña, con la distancia suficiente para recrear en la memoria su cuerpo, sus instantes y delirios, y pasar a la ficción real. Mi Teresa es una bailarina clásica que a los 20 años bailó Carmen, de Bizet, y se quedó con el personaje en las entrañas. Mi Carmen es una moderna femme fatal enamorada de un fotógrafo de guerra, perseguido por la Camorra de Nápoles. Buscando la inspiración y el recuerdo de aquella Teresa he vuelto a poner su fotografía sobre mi escritorio y desempolvado el grabado que hizo Verónica Guzmán de su rostro, completando la serie de 25 imágenes, una por cada estrofa de su poema.

Diez años han pasado de aquel primer encuentro, Paula Biglieri está a punto de llegar a los 40, desde la Ciudad de México y hasta Buenos Aires celebro su cumpleaños. Uno va haciendo sus propias efemérides, cronologías, fechas para celebrar en el calendario de los recuerdos. Ojalá fuera verdad que la memoria está llena de olvido. A Teresa le dejo los primeros versos de los pasos que la acercaron a mí. "Amo tus pies, / las huellas húmedas de tu planta esquiva, / peces de luz que en la sombra anidan, / sostén de tu cuerpo, raíz del árbol de la vida".

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Rodolfo Naró, poeta y narrador mexicano, su libro reciente es El orden infinito, finalista del Premio Planeta de Novela 2006. wwww.rodolfonaro.com
Fotografía en contexto original

6 comentarios:

Guadalupe Conn dijo...

Mi querido Naro, ya tendremos tiempo de disfrutar algún café.
Gracias por su mensaje.
Guadalupe Conn (su fan)

Rodolfo Naró dijo...

Hola Guadalupe,
te has convertido en mi fan número 1. Feliz cumple!!!
Nos vemos pronto,

Besos,
Naró

Anónimo dijo...

Hola Naró, me gustaría poder escribir la cuarta parte de lo bien que tu lo haces pero por mas que lo intento termino arrumbando lo escrito.En fin no sé cómo dar forma a todo, se que el sentimiento no es suficiente leo, leo, leo y leo pero... se me acaban las palabras al tomar papel y lápiz. Eres genial. Un abrazo.
Saludos desde B.C.SUR.

Rodolfo Naró dijo...

Querido Baja:
para escribir bien no hay como leer y escribir, empieza imitando, copiando a los autores que te gustan, poco a poco encontrarás tu camino y tu estilo, qué más te puedo decir, así empecé yo.
Saludos y gracias por leeme,
Naró

Lucero Díaz T. dijo...

Hola don Rodolfo, no comenté en su último texto pero desde que comencé a leer su poesía la carga semántica que presenta el nombre de Teresa es inolvidable.
A veces me leo en sus palabras y eso es gratificante porque sentir lo de otro también cuesta y es el pretexto necesario para olvidarnos de nosotros mismos.
Saludos desde Chiapas, espero verlo de vuelta por acá.
Sé le estima, besos.
Lucero DT.

Rodolfo Naró dijo...

Hola Lucero,
aunque Teresa existió en mi vida, ya ha pasado a ser parte de mi ficción, un personaje más de mis letras. Espero que nos sigamos leyendo,
Besos
Naró

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