No
me sorprende la matanza de Guerrero, en la que 43 estudiantes de la Normal Rural
de Ayotzinapa están desaparecidos. Tampoco la matanza de Tlataya ni la que
vivió Chiapas en Acteal o los zapatistas en la Lacandona. No me sorprende que
en México, el narco sea una entidad política ni que el campo esté abandonado
por un inservible reparto agrario. Ni que en un país tan grande y rico como
este, sólo haya un proveedor de energía eléctrica e hidrocarburos. No me
sorprende que el sistema de educación, salud y justicia esté en manos de unos
cuantos, ni que tengamos una televisora prepotente ni al hombre más rico del
mundo como paisano, ni que la Iglesia calle lo que murmura la gente. Mucho
menos me sorprende que el PRI haya regresado con más poder, impunidad y crueldad
que antes. Ni que el PAN haya gobernado con dos presidentes peleles o que el
PRD sea la casa chica del PRI. Nada de lo que pasa en México me sorprende. Nada.
Lo que me asusta, es que seguimos siendo los mismos con cualquier partido que
nos gobierne, seguimos siendo ladinos, mentirosos, tranzas, impuntuales, miedosos,
clasistas, hipócritas, corruptos, puritanos, conformistas y ventajosos, asesinos
y cobardes, porque todos, en mayor o menor medida somos el PRI
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