lunes, 3 de octubre de 2011

Diario medular | La Habana | Día 7

En diciembre de 2001, sin mayores precauciones que mis lentes oscuros y una docena de condones me fui a Cuba. Estaba a la mitad de la escritura de El orden infinito, sin embargo, la bailarina seguía visitándome cada tanto, quería que la siguiera descubriendo, quería contarme su vida, mostrarme su mundo. Dos años antes había comenzado los primeros tres capítulos de Cállate niña y durante ese tiempo se había convertido en una presencia constante. Dejé todo y me fui.

Viaje solo. Durante años había planeado con Arturo Pimentel y Paula Biglieri, visitar La Habana. Les dije que yo no podía esperar más, que si querían acompañarme se decidieran pronto. Les pasé costos y fechas, y como no podían viajar conmigo, al terminar la Feria del Libro de Guadalajara de ese año, me subí a un avión y aterricé en La Habana, un domingo de lluvia tierna.

Yo había visto todas las puestas de Carmen de Alicia Alonso y tenía la intención de entrevistarla, conocer al personaje más que a la bailarina. Ese primer domingo me encaminé al Capitolio, al Teatro García Lorca, donde tantas veces Carmen murió y revivió ante la lujuria de aplausos. Estuve hospedado en el hotel Riviera, de Vedado, caminé el centro en busca de historias. Me apersonaba en el parque Coppelia donde el gobierno de la Revolución regala helados, únicos por insípidos y únicos en toda la ciudad. Días más tarde en ese mismo lugar, conocería a Náyade y a Osmani y viviría con ellos los días más intensos de mi viaje.

1 comentario:

Clarice Baricco dijo...

No conozco Cuba.
Leerte es viajar.
Gracias. Abrazos.

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