miércoles, 24 de septiembre de 2008

Lápiz de carpintero




Desde hace años me gusta diseñar muebles. La mayoría de los que tengo en mi casa han salido del carboncillo de un lápiz, así como mis poemas que tengo la costumbre de escribir en hojas blancas, a veces recicladas y con algún lápiz de los muchos que colecciono. No sé si toda la gente colecciona algo, pero lo mío son los lápices, algunos cuadrados, triangulares, hechos con ramas de pino silvestre, de colores por dentro y por fuera. Cuando visito un museo, al primer lugar que acudo es a la tienda de recuerdos, por lo general tienen lápices conmemorativos o de vivos y singulares diseños. Creo que el amigo que me despertó este gusto fue Mario Velázquez, en su casa tuve en mis manos un estuche de plata Faber-Castell que, por cierto, en este año celebra su 240 aniversario. A partir de ese día me propuse comenzar una colección que ahora tengo en dos vasos de acero en una esquina de mi escritorio.

Pero contrario a lo que muchos suponen es una colección viva. Para mi es un placer decidir con qué lápiz voy a escribir cada mañana, según mi estado de ánimo. Para los días tristes o de intensa poesía uso un grafito 3B de trazo fuerte y decidido. Para mis clases de francés usaba un pálido 3H que ante la goma de borrar no dejaba huella y para corregir un texto largo unos buenos colores británicos que resaltan los errores. Los mismos lápices que hace unos años compartía con mis compañeros escritores, en un taller de creación literaria que coordinaba en mi casa los martes en la noche. La primera vez que los dejé sobre la mesa de trabajo Juan Pablo Vasconcelos me preguntó si podía usar alguno porque él sabía que eran de mi colección, le contesté que podía escribir con el que quisiera. A la mañana siguiente de nuevo les saqué punta y cada cierto tiempo lo vuelvo a hacer, es como una terapia que me ha llevado a descubrir una relación de amor-odio entre el lápiz y el sacapuntas. El primero penetra al segundo. Con fuerza se rozan, estrechamente se consienten, se necesitan uno al otro. La fricción es tan apasionada que se desgastan y dejan residuos de su pasión en un distinto tipo de ceniza, un fino espiral de madera que en algunas ocasiones huele a bosque, a humedad, a destino. Hasta que por fin, del pálido y triangular glande, emerge poco a poco un afilado carbón.

En cada ciudad nueva, después de sus museos ubico dónde encontrar nuevos lápices. Así, en mi pasado viaje a Barcelona iba regularmente a la papelería Konema, una boutique especializada en artículos de escritura y escritorio. Una tienda organizada por colores donde encontraba de todo: estilográficas, libretas de diferentes tamaños, carpetas, pliegos de papeles tan finos como la seda o el lino, cajas impresas, regalos y por supuesto lápices, algunos de diseñador o con medio cuerpo de metal y capuchones para protegerles la punta. Me atendían chicas capacitadas y como si fuera a probarme una prenda, me guiaban y opinaban. En México lo más parecido que tenemos es Hiperlumen adonde me gusta perderme de vez en cuando en el área de papeles importados o el salón de arquitectura y dibujo para buscar otros lápices de diferentes puntos.

A tal grado a llegado mi obsesión por tener uno nuevo que, en mi viaje de regreso a México, en el asiento de adelante del avión venía una mujer con su hijo de no más de cuatro años. La sobrecargo, junto con el desayuno, le dio al niño su kit de entretenimiento. Cinco horas después todo estaba regado por el piso y tres lápices de tosco volumen, propios para las manos de un niño, llegaron hasta mis pies. Yo los levanté con la intención de regresarlos, pero una bolsa de aire y el encendido de emergencia nos hizo ajustarnos el cinturón. Al cabo de un rato y pasada la turbulencia, la señora y su hijo se habían dormido. El resto del vuelo hasta nuestro arribo, seguí empuñando los lápices con la angustia de sentirme descubierto. Aunque la señora no hizo mucho esfuerzo en buscar los nuevos juguetes del niño, yo tampoco abrí la mano para regresarle los sudados lápices que escondía. Después de pasar migración, las máquinas de seguridad, el semáforo de aduana, que no sirve para nada, y de sentirme seguro, como si fuera un lápiz de carpintero, me calcé uno en la oreja. Llegué a mi casa con cierto remordimiento y pensando que quizá por eso mis últimas dos novias no quisieron formalizar conmigo, como son editoras y también tienen pasión por los artículos de escritura, posiblemente temían que les robara sus lápices.

Réplica

Agradezco a mis amigos sus opiniones a mi pasada columna El Mexicano. Hace unos días leí en el periódico la orgullosa celebración del Gran Café de la Parroquia de Veracruz por sus 200 años de vida y la apertura de su segunda tienda en Boca del Río. Cuando veo noticias como esta y busco en internet que Starbucks tiene apenas 37 años, presencia en 34 países con más de 8 mil tiendas y 150 en México, me preguntó ¿qué acaso no es el mismo café?
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Rodolfo Naró, poeta y narrador mexicano, su libro reciente es El orden infinito, finalista del Premio Planeta de Novela 2006. http://www.rodolfonaro.com/
Fotografía original: wikipedia

7 comentarios:

Lucero Díaz T. dijo...

Hola. Buena noche
Yo quiero tener una colección, todos coleccionamos muchas cosas pero no me había puesto a pensar que reunir lápices nos deja cosas productivas. Cautivan día y noche. Forma una especie de compromiso con la hoja en blanco.
Me alegra mucho que comparta conmigo su página, estaré de visita asiduamente.
Leeré con calma los demás textos, ahora vengo de pisa y corre, mis más sinceras felicitaciones apetezco sus lecturas.
Pd. Más de un niño puede perder sus lápices en un vuelo sólo hay que estar atentos cuando la mirada no vaya atrás de ellos.

Unknown dijo...

Hola Rodolfo,
Dónde andas.
Después de leer este artículo vi con ojos de misericordia, por no ser tan famoso, a mi viejo lapiz mirado que aún sobrevive a pesar del excel

Nadir dijo...

Efectivamente cuando se colecciona lápices se acepta el riesgo inevitable de volverse acosador o acosadora de: menores conatos de pintores, adultos vendedores de tiendas de artículos de escritorio, editores, periodistas y también OJO de escritores: *con colecciones de lápices*
Además se tiene la ventura (o desventura) de adquirir intencionalmente neurosis de tipo lápiz de punta roma o de sacapuntas, de querer conseguir parejas que tenga la personalidad contraria a la adquirida o de quedar amarrado a tanta viruta mortalmente necesaria luego de un encuentro de amor (o de odio).
Lo mío, la verdad, es más pavoroso: usar lápices que sirven de armas (no tan) blancas con los cuales se escriben verdades -como éstas- muy muy negras.

Constanza Mekis dijo...

Hombre, tendrás que visitar Chile y las tres casas de Neruda, gozarás plenamente. Este gran poeta era un gran coleccionista: verás y gozarás.
Colecciono una infinidad de cosas, pero con los lápices no tengo una afinidad, me pasa que es un articulo que se pierde irremediablemente. Creerás que he recibido unos lápices, lapiceras preciosas, finas y todo lo demás pero se pierden entre mis dedos. Para mí es un objeto masculino...
http://constanzamekis.blogspot.com/

Danielle dijo...

Como me entere de la columna chueca? haciendo una investigacion sobre discos y vertebras, Vale!
Me agrada leer los viernes su columna chueca... esta ultima me recordo mis 4 lapices turquesa de Berol q usaba para mis clases de dibujo son Sofia Maimmone, una italiana dibujante que trato de enseñarme a dibujar pero fracaso... rio por eso.
Saludos y q agradable leerle.

Natalia dijo...

Los lapices son tan enigmaticos y maravillosos, que pueden plasmar una partitura, un libreto. Pueden dejar frases tan penetrantes como un "te amo", una tan dolorosa como un "adios". Cosas tan simples, cotidianas y necesarias como una lista de compras para el supermercado. Tan radicales como ecuaciones y fórmulas que investigan o resuelven un problema matemático. Maravillas como una novela, un poema, una pintura.
Una de mis obras se la debo a un lapiz de carbonilla quien me ayudo a plasmar la inspiracion que fluye sin cesar sin tiempo ni lugar.

Beto PAZ dijo...

Me encanto tu mail de los lapices.....yo tambien tengo obsesion por los lapices y los colores.

Deberiamos de hacer una exposicion juntos poemas (tuyos) - imagen (mias).

Imprimir en gigante la imagen de un lapiz y sobre de ella escribir tu poema.

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