viernes, 4 de noviembre de 2011

Diario medular | Lectoras | Día 27


Yo nunca dije que mi siguiente novela sería complaciente ni políticamente correcta, sino todo lo contrario. Quise que Cállate niña fuera violenta, agresiva, literalmente incómoda. El martes pasado Guillermo García de los Monteros de La Jornada me preguntó cuál era el fondo de la novela. Una historia de amor, le contesté. No quise hacer una historia rosa, un argumento de príncipes y doncellas con final feliz. El amor es la guerra. A diario libramos batallas. En el amor hay tanta sangre que puedes criar vampiros.

Yo quise que Cállate niña confrontara, removiera, hiciera pensar, recordar, llorar más que reír. El borrador inicial era sin capítulos, una inmersión. Asfixia segura, me dijeron algunas lectoras. Me falta aliento para seguir leyendo, me aseguraron. Después la dividí en capítulos más cortos, cada vez más cortos, hasta que llegó a tantas entradas como semanas tiene el año: 52. Después decidí hacer capítulos de mayor descanso, de una página. Capítulos reflexivos, amorosos, casi poéticos.

Yo quise que la novela arrancara desde la primera frase. Nada de veinte primeras páginas de planteamiento. Nada de epígrafes que ensucian y entretienen ni sensibleras dedicatorias. Acción desde la primera línea, como la vida misma. Tampoco quise hacer una mujer con mordaza. Quería escucharla decir todo lo que se callan. Abrir la caja de pandora para que salieran volando las mariposas, las palomas, los cuervos y los murciélagos que duermen en el alma. Así le dije hoy a mi madre, cuando en el desayuno opinó: ay, hijo, jamás había leído una novela tan fuerte como esta. Abrí el libro y miré, apenas iba en la página 30. Y lo que te falta, mamá, le contesté.


Sigue estos tres sencillos pasos

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A partir del 11 de noviembre las lectoras tienen la palabra

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